martes, octubre 17, 2006

Más hechos, menos palabras

Porque es posible un mundo mejor para todos. Y aunque no sólo nos corresponde a nosotros, ni es justo que nos hagan creer que conseguirlo depende de lo que hagamos los ciudadanitos de a pie, lo cierto es que podemos hacer mucho más que aporta granitos de arena. Que no es poco, la verdad. Por eso, porque podemos y debemos,
más hechos y menos palabras.

4 Comments:

Blogger José Basauri said...

Esto es lo mismo de siempre, pero la pobreza no se erradicará hasta que se hagan cosa de verdad.
Mientras hayan barreras al comercio, no se ayude de verdad a los países pobres, se les faciliten las medicinas y se eliminen a los sátrapas de sus gobiernos controlando desde organismos internacionales sus sitemas económicos no se hará nada.
Hoy les prestamos dinero para que nos compren cosas, obtienen una deuda externa impresionante, luego se les perdona una parte y se les vuelve a dejar más dinero, pero siempre es lo mismo, y les ponemos barreras a la exportación de sus productos.
Salud

3:48 p. m.  
Blogger Sorgintxu said...

Cierto, Doc. Para que haya ricos, tiene que haber pobres, está claro. Y cuanto más pobres sean los pobres, más ricos serán los ricos. Pero yo creo que está bien (y que es necesario) que los ciudadanitos de a pie nos movilicemos y hagamos ver que el tema nos preocupa, que hay solución, y que se puede solucionar, ¿no te parece?

Si es que soy una idealista... ;o)

6:55 p. m.  
Blogger José Basauri said...

Mira, el tema es que no es necesario que haya pobres para que haya ricos, sino que mejorndo las cosas de verdad, todos son más ricos, los pobres y los ricos.

Oímos palabras como la globalización, pero es una globalización de mentira, una verdadera globalización elimina TODOS los aranceles y restricciones y no sólo las que benefician a los países ricos. Una verdadera globalización permite circular a la gente de un sitio a otros legalmente y no que haya sin papeles. Una verdadera globalización permite trasvases de capitales y que se puedan invertir capitales en países pobres para que se puedan desarrollar. Una verdadera globalización hace que se muevan industrias de un lugar a otro donde estas son más eficientes y permite que cada uno se especialice en lo que es mejor y nada de poner trabas para salvar a los lobbies locales en vez de que todos nos busquemos las habichuelas y busquemos la manera de ser eficientes de verdad.
Pero créeme que las decisiones políticas no se toman por eficiencia, sino por populismo y por rentabilidad política, y tanto es así que estoy harto de criticar algunas partidas presupuestarias que hacen los gobiernos tanto socialistas como populares, porque la economía es una ciencia y no caben interpretaciones distintas y bajando impuestos no conseguiremos parar cosas como la inflación y las subidas excesivas en la vivienda y dando exenciones fiscales a los que compran vivienda no palían el problema sino que llo agravan.
El tema no es hacer las cosas para contentar a la gente, sino hacer las cosas bien para que las cosas mejoren.
Saludetes.

9:55 p. m.  
Blogger tuanonimo (C) said...

Otro ratito que estoy por aquí esta mañana disfrutando de tu interesante reflexión y el jugoso comentario económico que la acompaña. Estoy de acuerdo respecto al peligro que representa la interferencia del poder económico en el ámbito político. De hecho, éste es un argumento que se ha utilizado con frecuencia para defender la vigencia del Derecho de la competencia incluso después de que la globalización de mercados haga menos dominantes a algunas empresas que lo serían en un contexto puramente nacional.

Sin embargo, personalmente soy un poco más escéptico con la ciencia económica por dos motivos. Primero, a menudo la Economía no da una sola respuesta a una determinada pregunta, sino varias. En mi trabajo tropiezo con modelos económicos contradictorios todos los días. De hecho, hasta la definición de "eficiencia" es polémica. No quiero decir con ello que uno deba ser escéptico respecto a la ciencia económica, que ésta carezca de valor, pero sí que pecaríamos de ilusos si creyéramos que la Economía nos proporciona una respuesta unívoca a cada problema.

Segundo, aun estando de acuerdo en la crítica de la globalización (por su carácter selectivo y parcial), es importante observar que en ocasiones en comercio internacional tiene lógica que un "jugador" cierre su mercado a través de intrumentos de política comercial (derechos antidumping o restricciones "voluntarias" a la exportación de terceros, por poner un ejemplo). En efecto, matemáticamente se demuestra que al optar por una posición antiliberalizadora de un mercado se perjudica siempre la economía mundial, pero no necesariamente la nacional a condición de que el mercado nacional tenga unas dimensiones mínimas. Es decir, no es una estrategia racional para un país pequeño, pero sí para uno grande. La demostración no cabe aquí, pero, entre otros, Brian Hindley (economista de la OMC) lo ha expuesto en varias ocasiones. De hecho, esto explica por qué sucede lo que observamos. El problema, en otras palabras, es que la opción "ser egoísta" no es irracional.

Imaginemos ahora el típico problema de "aprovechateguis" que sólo es resoluble con la adopción de una norma jurídica. Imagina un país donde los coches no llevan catalizador, pese a que todos sus habitantes aprecian el aire puro. ¿Qué hacer? Se podría pensar que basta la solución tecnológica para resolver el problema. Así, una vez inventados los catalizadores, cada ciudadano tiene los incentivos para ir a un taller e instalar uno en su coche. Sin embargo, no es así, desde un punto de vista individual el juego es el siguiente: (1) si no pago por el catalizador y la mayoría de la gente tampoco lo hace, seguiremos respirando aire contaminado pero al menos no habré malgastado mi dinero; (2) si no pago por el catalizador y la mayoría sí lo instalan, me beneficio del aire puro y todo ello sin pagar un céntimo. Es decir, en términos estrictamente racionales (dejando emociones al margen, como el sentimiento de haber hecho algo bueno) lo inteligente es ser un listillo, un free rider. Es para resolver estos problemas de externalidades que surge la norma jurídica, el Derecho, la más noble de las creaciones humanas como dice Marina, el filósofo. Esta lógica es sólo parcialmente aplicable al problema de ratificación del protocolo de Kyoto, porque, a diferencia de un individuo aislado, EE.UU. contamina de forma notable.

Si ahora escalamos otra vez el nivel del comercio internacional, el problema es que la norma que corrija todos esos incentivos diabólicos que empujan a un país grande a actuar de listillo difícilmente se aprobará si no es por equivocación de los jugadores más poderosos. Sí, es verdad, hay escenarios win/win en los que Norte y Sur ganan de una apertura, pero hay muchos otros en las que un país grande le trae cuenta ser egoista dados los problemas de coordinación existentes. ¿Acaso alguien puede encontrar mínimamente justo el sistema de la ONU y su consejo de seguridad que cristalizan el resultado de la guerra? Pues los procedimientos que rigen la OMC no son mucho menos parciales.


Aquí es donde la revolución individual puede impulsar los cambios, pero se necesita una revolución informada, porque el "establishment" es camaleónico. Un ejemplo: ¿acaso alguien cree que a un ciudadano de los EE.UU. no se conmueve viendo personas muriendo de hambre en África? Sin embargo, cuando presionan a sus representantes para que su gobierno dé ayudas al tercer mundo, éste convierte hábilmente las ayudas en un subsidio a las grandes empresas, a los Monsanto y compañía, al maíz transgénico o a las semillas terminator que se vuelven estériles en la segunda generación y no se pueden resembrar. Y esto sigue ocurriendo, pese a que tendría mucho más sentido comprar alimentos in situ, en países colindantes, ahorrando así en transporte y revitalizando la economía de toda el área.

El corolario es que la ciencia puede contribuir a definir los problemas de la humanidad, incluso puede apuntar las hipotéticas soluciones, pero es insuficiente por sí sola para andar ese camino. El crecimiento espiritual sigue siendo más necesario que nunca. A fin de cuentas, no necesitamos tantas cosas para ser felices. Personalmente me da igual cómo cada persona llegue a esa visión un poco más profunda y crítica del mundo. Tanto me sirve un religioso comprometido como Baremboim, Michael Moore u Auster (que se define a sí mismo como judio ateo) que lo mismo escribe una carta en defensa de Salman Rushdie que le pega unos cuantos palos a Bush hijo en Brooklyn Follies por sus barrabasadas. La inteligencia del corazón es tan necesaria como la intelectual.

12:38 p. m.  

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